Reflexiones sobre el encargo musical

Aislada, separada, apartada, abandonada... sola. Contundente punto de partida. Pensar y componer una música apropiada a esta coreografía encierra gran dificultad, sobre todo si lo que se pretende desde un primer momento es buscar equilibrio temporal y espacial.

Indagar acerca de las proporciones entre la imagen en movimiento de una única intérprete y el flujo sonoro. Aparente sencillez en los elementos de partida pero gran variedad de situaciones representadas en un solo trazo. Tal vez sea cuestión de intensidades, colores, timbres, densidades... Complejo asunto.

Intenso trabajo para recolectar elementos sonoros, materiales adecuados a una idea original en la que se establece claramente una relación física entre el individuo y su entorno. Encuentro, proceso y dispongo en el tiempo y el espacio atendiendo a diversos factores que incidirán en la escena. En esta ocasión es la huella que deja el paso del tiempo tanto en uno mismo como en los elementos que nos rodean. Exploración de sonoridades cercanas. Complicidad.

A medida que avanza el discurso, la danza transmite sensaciones contrapuestas. Por ello planteo la música como una sucesión de metamorfosis inacabadas. Sugerir en determinados momentos un discurso y abandonarlo ante la fuerza o la delicadeza que se alcanza en ambientes concretos de luz y movimiento. La energía que transmite la escena completará por sí misma el camino emprendido.

Las sonoridades escogidas dibujan distintas direcciones e intentan recuperar sensaciones y emociones ocultas por el paso del tiempo. Retazos sonoros de la memoria que intentamos evocar inútilmente. Percepciones difusas del pasado que se proyectan constantemente sobre el presente y lo moldean. El equilibrio debe estar por algún lado.

Alfonso García de la Torre Rey

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