Planteamiento escénico

Debido a la naturaleza dinámica del proyecto, Porque hay piedras que guardo… puede ser representado en espacios muy diversos. Un primer planteamiento surgió a partir de las cualidades de un claustro en ruinas y las posibilidades de abstraer estas cualidades para exportarlas fuera de su lugar de origen. En ese viaje a través de las capas de la memoria se lleva a cabo un proceso de abstracción en el que a partir de la danza, los objetos, la música y la fotografía nos apropiamos de ese entorno para reinventarlo.

El proceso de creación surge de las posibilidades propias de un entorno concreto: luz, materiales, perspectivas…Y según sea el lugar donde vaya a representarse se puede plantear de varias maneras.

En un espacio “insólito” exterior, tras un previo análisis del lugar se intenta dar una visión particularizada de dicho entorno. Texturas, objetos, luces, cada elemento contiene información. El espacio no se transforma, tan solo se toman los elementos mas significativos para interiorizarlos y replantearlos a partir nuestros propios filtros: percepción, memoria, sentimientos… Mientras nos adentramos en nuestro propio viaje interior a través de las capas de la memoria.

En un espacio interior, se plantea la ruptura de la “cuarta pared” de manera que el publico comparta el espacio de acción con los interpretes (bailarina y técnico artístico). De esta manera comparten su viaje interior. Aquí el proceso es inverso, se trata de llevar a escena todas esas cualidades que pertenecen a otro entorno lejano que una vez hicimos nuestro.

En este proceso de abstracción los elementos se reducen al máximo. Una silla al fondo de la escena iluminada cenitalmente nos habla de otras épocas señoriales lejanas y algo marchitas. Y en primera línea un montón de arena nos traslada a esas ruinas en las que en otras épocas formaba parte del muro, o quizás deja abierta la posibilidad de una nueva construcción…

Y como tercer elemento, un potente haz de luz que define con su movimiento el espacio en el que se sumerge la bailarina, lo delimita a partir de las sombras o lo rompe con movimientos bruscos. Así el espacio tiene a expandirse o contraerse a partir de las tensiones creadas con la propia bailarina. Le acompaña, le empuja, le fuerza, o se une a sus movimientos, creando entre foco y cuerpo un espacio variable y tangible que engloba en si mismo un espacio mucho mayor e intangible.

Volver